Casa de Castagnino

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Casa de Castagnino es la fortaleza desde donde operamos las experiencias culturales más personalizadas e inmersivas de Buenos Aires.

Nuestra casa da la sensación de estar perdido en el tiempo, y es el primer punto culminante de nuestros tours. A veces bromeamos refiriéndonos a Casa Castagnino como uno más de nuestros socios; la casa tiene alma y mensaje, y confiamos en ella para dejar la primera huella en quienes nos visitan.

Un poco de historia

Se trata de uno de los edificios más antiguos de la ciudad; sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII. Originalmente se utilizaba como mirador, ya que durante la época de Buenos Aires era habitual la presencia de contrabandistas y piratas que intentaban eludir el pago de impuestos. El patio daba al río, porque en aquella época el río llegaba hasta la casa rosada, y desde allí un vigía oteaba el Río de la Plata.  Un dato interesante sobre esta época en Buenos Aires es que varios túneles fueron cavados por contrabandistas, por ejemplo El Zanjón de Granados, y uno de ellos se encontró debajo de un árbol roto en el patio de Casa Castagnino.

 En la década de 1840, se convirtió en la primera oficina de correos de la ciudad, y aún podemos ver los restos del taller del soldador y las ruedas con las que trabajaban. En esta época, Juan Manuel de Rosas era el gobernador de Buenos Aires, y la ciudad era el epicentro de la política argentina, y el principal motor económico del país.

Tras la epidemia de fiebre amarilla de 1870, las clases altas abandonaron este barrio y la Casa de Castagnino se convirtió, como la mayoría de los edificios de la época, en un conventillo. Los conventillos eran espacios comunales donde muchas familias (normalmente familias de inmigrantes pobres que huían del hambre y la persecución en Europa) podían alquilar una habitación y compartir las comodidades con los demás. Esto era muy común en aquella época, porque Argentina representaba una tierra de oportunidades y prosperidad, y fue el hogar adoptivo de 6 millones de inmigrantes europeos durante la primera oleada inmigratoria. En su mayoría, los inmigrantes eran ignorados y abandonados por el gobierno argentino, y tenían dificultades para llegar a fin de mes. Así que los conventillos ofrecían una solución barata.

 

Juan Carlos Castagnino

 

En los años sesenta, un famoso pintor compró la propiedad para instalar su taller. Se llamaba Juan Carlos Castagnino, y fue el encargado de ilustrar la biblia del estilo de vida gaucho: El Martín Fierro. El ayudante de Castagnino, Nano, sigue siendo el cuidador de la casa y mantiene vivo el recuerdo de Castagnino. Este artista fue uno de los más importantes de Argentina, y ha dejado tras de sí un gran número de obras de arte, además de tener escuelas que llevan su nombre. Puedes ver la obra de Siqueiros y Castagnino expuesta en el Museo del Bicentenario, justo detrás de la casa rosa.

La Casa de Castagnino sigue siendo una joya oculta en la ciudad, un misterio luminoso que se alza solitario en una calle adoquinada. Tanto los lugareños como los viajeros se quedan mirando sus paredes y se preguntan cómo será por dentro. Hay algo en su color y en los materiales con los que se construyó que le confieren un aire atemporal, como si estuviéramos en otro lugar. Los visitantes lo han descrito como un ambiente colonial mezclado con una siesta campestre. Yo diría que sí.

El estilo arquitectónico de esta mansión se llamaba «casa chorizo», y era muy típico en la época porque los impuestos se cobraban según la anchura de la propiedad. Así que la mayoría de los propietarios optan por tener una distancia corta en sentido estrecho, pero larga de delante hacia atrás: como un chorizo. Los muros se construían con ladrillos y se cubrían con barro y grasa de cerdo para protegerlos. Esto es lo que dio el color rosa, originalmente, a las paredes de esta antigua casa.

 

Casa Castagnino

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